jueves, 11 de agosto de 2011

Te quiero más que a la sal.

Hola blogueras-os:
Existió un tiempo en el que el hombre creía en la salvación de su alma, y la frase especulación inmobiliaria, aún no yacía errante por nuestro mundo acompañada del dedo acusador de hipotecas y bancos.
Existió un tiempo, en el que el dolar no era el padre de la economía. Ni el euro ese príncipe inquieto, al cual las tinieblas de la devaluación monetaria seduce incesantemente, cual precario galán de lo incierto.
Existió un tiempo en el que no era el oro, ni el diamante, ni tan siquiera los dioses quienes marcaban el compás al cual bailaba el hombre. Sino algo mucho mas simple y que hoy, no le damos casi ningún valor, pero que en aquel tiempo marco el destino de muchos y quizás la manera de entender la economía.
Déjenme contarles algo de aquellos tiempos, donde la naturaleza aun era virgen, al igual que la sed de comercio humano.
Cuentan que el hombre cuando comenzaba a conocer los mares, y buscaba nuevos mundos y comercios, encontró en la naturaleza una divisa algo distinta a lo que hoy entendemos por moneda, la sal.
Aunque quizás debemos remontarnos unos cuantos años antes de la historia escrita para encontrar sus principios, ya que la sal se viene usando desde practicamente los comienzos de nuestra historia. Los chinos, guardan una gran relación con este elemento natural, hay escritos que hablan de 2700 años A.C donde la empleaban en recetas medicinales, usando mas de 40 tipos distintos de sal. También la biblia recoge la sal, como un elemento puramente divino, vale recordar la expresión "la sal de la vida", o la esposa de Lot, la cual fue convertida en una valiosa estatua de sal.
En la antigua civilización egipcia, la sal era utilizada de manera regular, una de sus funciones era evitar la descomposición de los cuerpos a través de la momificación. Siendo en el año 200 A.C, cuando los habitantes de esta gloriosa cultura, descubrirían que la sal era un conservante natural de los alimentos.
Los romanos gastaban y gustaban de la sal, con ella lograban una salsa de pescado llamada garum, lo que hoy podríamos llamar sala de tomate, la cual era utilizada en casi todas las comidas.
Como anécdota de la cultura culinaria romana podríamos destacar, que un cocinero, cuyo nombre no he podido descubrir en mi búsqueda de historias sobre la sal, al intentar marinar con sal el marisco, este reacciono convirtiéndose en color purpura, siendo desde aquel entonces el color que vestiría la realeza.
Pero no solo la sal tenia un gran valor culinario o farmaceutico, los griegos intercambiaban esclavos por sal, naciendo desde aquel entonces la expresión "vales menos que un puñado de sal".Los romanos, solían darle a parte de dinero, raciones de sal a sus tropas a la cual llamaban salarium argentum palabra de la cual, deriva lo que hoy conocemos como salario. Los mercaderes del siglo XII, valoraban la sal al mismo nivel que los libros y el oro.
Venecia guardaba algo mas que puertos en la grandeza de su economía, también tenia una valía a nivel comercial como productora de sal, sus salinas eran conocidas como los siete mares. Esos siete mares de los que muchas veces hemos leído en cuentos o escuchado en historias, son las salinas venecianas, la expresión nace ya que era todo un reto navegar entre dichas salinas.
Y es que la sal en un tiempo, fue el termómetro con el cual se median las clases sociales. Su valía en épocas del renacimiento y medievo, era absoluta. Las personas eran distinguidas según su posición en la mesa respecto a los saleros, estar sentado por debajo de los mismos eran considerados de menor valor social.
Los reyes franceses desarrollaron un monopolio en el negocio de la sal, a través de la venta de los derechos de exclusividad de la misma, siendo esto uno de los motivos que recoje la historia que provocarian la ya conocida  revolución francesa.
Grande fue el dominio de la sal en tiempos pasados, tiempos extintos, ya que hoy en día la sal es algo común que apenas utilizamos por prescripción medica, o quizás por la costumbre de comer sin ella. Pero por que no pensar, que en cada salero de nuestra mesa hay una sinfónica historia convertida en granos diminutos, los cuales en épocas de dioses y fabulas, se convirtió en el bien mas preciado a tal punto que alguien exclamo un día: Te quiero mas que a la sal.
Un abrazo.
La aguja dorada.