sábado, 10 de septiembre de 2011

Ochenta y ocho historias, y un sentimiento.

Hola blogueras-os:
Hilando en el tiempo, encontré los secretos perdidos. Secretos que han pasado de lo tribal a lo artístico, y es que paso a paso, he ido recorriendo los primitivos caminos de la pasarela. Esa fina capa que protege la piel, y que se ha convertido en el mágico hechizo de reflejar el alma, convertido en un símbolo de sexualidad adulta, y muchas veces en comodidad o rebeldía.
Proposición gótica que ofrece la oportunidad de vestir una realidad de ficción, algo que es para siempre. Y es que tras las huellas del renacer de la vida, y el encanto de las aves, se esconde un paseo celestial por el mundo animal, cautivador de jueces y emperatrices.
Una historia, un ojal y algo que contar, sería la expresión perfecta del poeta, que al admirar el curium, encontraría en él, el arte de hablar sin palabras, solo reflejando el alma a través de un circulo cerrado. El místico arte de la energía divina, gema del deseo, del que buscando encontró los cien caminos de un beso, convertido en un hombre que no dejo de ser niño, buscador incesante del cautivo aroma de la naturaleza.
Amigo inseparable del color del silencio, conquistador inerte de aquella gama que se adueñó de un planeta, admirador devoto de mujeres que han hecho grande su historia, alejadas de mascaras, sueños y carnaval, pero seducidas por algún sueño de tutú y zapatillas. Deseo convertido en descuido imperial, porque hasta el más estricto sueña con mil trajes para una novia, encontrando en sus manos una segunda piel, una pasión, una sonrisa.
Porque si la vida, fuera una sonrisa, no existirian corsets, lujos y sacrificios, ni los seres supremos de este planeta, lucharían por la corona más popular del mundo, ni el tiempo fuera esclavo de las horas. Cuando el talón se eleva y recordamos que lo que está presente hoy, también lo estuvo ayer, deseamos huir, en busca de los extraños años 50. Porque no solo al color amarillo, hay que sentar en el diván de la psicología en estos tiempos, también a aquellos que obsesionados, caminan por el origen de los apellidos donde descansa el cuerpo cuando el alma cae en los brazos de Morfeo.
Exploradores incautos, perdidos en el agua dorada de la fuente de la juventud, sin detenerse a meditar que la vida no es más que la brisa que el tiempo puso en sus manos, en nuestras manos. Lo que nos rodea, lo que amamos, lo que creamos y encontramos.
Hilando en el tiempo, encontré el deseo de darle otra oportunidad a la musa de los sueños. Amiga errante de aciertos y desaciertos, para que sea ella quien en el teatro de las letras, cuente a su ritmo la historia.
Música, arte, moda, pasión y leyendas compones esta función.                                                                   Sean bienvenidos señores, se abre el telón.
Un abrazo.
La aguja dorada.

1 comentario:

  1. ¡Wow! ¡Qué increíble pericia narrativa! Algunas fotos, las tres primeras, son preciosas, muy de mi estilo. En Globedia no las había visto, ¡Que raro! Saudos

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