domingo, 1 de mayo de 2011

Cuando el cristal se fundio en sus senos.

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La erótica ilusión de atrapar en el tiempo lo bello y hermoso del cuerpo humano, es una obsesión que desde los propios comienzos de nuestra existencia, el ser humano ha perseguido. Prueba de ello, son los dioses griegos, los cuales poseian cuerpos perfectos tallados por la divinidad celestial.
Sed desmedida encerrada en el fetichismo de amar lo que el tiempo borra, y poseer en el recuerdo la imagen, de aquello que un día adoramos como perfecto y divino. Convirtiéndolo en nuestro credo, ideología, o simplemente en la base en la que se sustenta nuestros momentos de ocio.
Y es que desde tiempos inmemoriales, el hombre ha cultivado el deseo de disfrutar, fundiendo en molde la figura de su ser amado. Un ejemplo de ello, son los pechos de Elena de Troya, los cuales fueron moldeados y fundidos, para renacer en forma de copa por expreso deseo de su amado Paris. Convirtiéndola en la primera mujer que recoge la historia en inspirar tal pasión fetichista.
Deseo carnal de embriagarse en la primera fuente de alimento que conoce el ser humano, y los cuales tienden a ceder con el compulsivo pasos de los años, no siendo este el deseo de aquellos que admiran con loca pasión lo que naturaleza femenina brinda.
Enrique II, rey de Francia, vivía deslumbrado con los pechos en forma de manzana de Diana de Poiters. Los cuales también quiso inmortalizar en forma de copas para su uso personal, convirtiendo el arte de degustar el vino, en un mero ejercicio de adoración a la naturaleza de su ser amado.
Aunque la historia de esculpir copas de los pechos femeninos, no solo es exclusividad del hombre y su deseo de poseer en el tiempo los pechos de sus amantes. Ya que María Antonieta, hizo esculpir los suyos en forma de tazones, puesto que era una amante del movimiento de la vuelta a la naturaleza, o simplemente amaba su físico y sobre todo sus senos. Lo cierto es que corren leyendas, de que sus exuberantes senos sirvieron de inspiración para crear moldes de copas de champán, con un volumen superior a las usadas en la época,mandadas hacer por su suegro ,el cual dicen que era el mas fiel admirador de su  opulenta figura y sobre todo del contorno de sus senos. Leyenda que no se ha podido demostrar, pero que reza en el tiempo, como una de las tantas al respecto de esta sin igual mujer. Siendo cierto, que si era una amante del champán y que rezan testimonios graficos de la fabrica de porcelana, para la cual sus senos sirvieron de moldes, bajo la supervisión de Jean-Jacques Lagrenee.
El amor, sus pasiones y Francia, han estado unido como la lírica a un cuadro hermoso, muchas son las historias de amantes fugaces y eternos ,que esta mágica tierra ha brindado a la historia. Madame Pompaduor, perteneció a la corte de Luis XVI, convirtiéndose en la favorita del rey después de un tormentoso y novelesco divorcio.
 Amantes incontrolables en deseo carnal, llegaron a conocer su propio paraíso. Tal era la belleza de la joven marquesa, que el rey mando a esculpir sus senos, como una muestra mas de desmedida pasión fetichista recogida en la historia. Y es que beber en el molde de los senos de su amada, debería de ser para él, el éxtasis de lo divino llevado al frío cristal.
La década del 30, también inmortalizo para la historia sus propios pechos. La fotógrafa y modelo Lee Miller, sirvió de inspiración por su belleza física y sobre todo por la gravedad de sus senos, a una empresa de vidrios. Gracias a la adoración, que sentía su novio por su elegante anatomía.
Elegancia, que fue opacada por unas fotos hechas en la bañera del Hitler en 1945, siendo ella fotógrafa de guerra, y dejando en el olvido su aportación al encuentro entre el cristal y la naturaleza humana.
Mágico camino ha recorrido el hombre en el arte de adorar o demostrar adoración hacia su ser querido, muchas veces con mayor o peor fortuna, pero con una carga de emocionalidad desenfrenada. Ejemplo de ello fue Paris, que prefirió ver amenazado su reino a desistir de encontrar el sosiego y el amor en los brazos de su amada, o mejor dicho en sus senos, los cuales inmortalizo para el y sobre todo para la historia.
Historia que con el paso evolutivo de los años, conoció otros caminos para beber y disfrutar del mágico licor, que embriaga los sentidos. Como las copas luminosas, las cuales se iluminan mediante un sensor que detecta el liquido y se apagan cuando esta se vacía.
Modelos futuristas, envueltos en maravillosa y asombrosa tecnología, que no logran desterrar los fervientes deseos de amar y adorar de aquellos que un día hicieron inmortales la pasión encendida y el amor a prueba del tiempo y su gravedad.
Un abrazo.
La aguja dorada.

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